Benjamin Swift
Written by Benjamin Swift
Published on 22nd October 2023
8 min read

A medida que los glaciares de Bolivia se derriten rápidamente, un grupo de mujeres indígenas conocidas como Cholitas Escaladoras están reescribiendo la cultura de la escalada boliviana.

Esta es una versión en español traducida por Daniela Anze y Benjamin Swift. Puedes leer la versión original en inglés de este artículo aquí.

This is a Spanish version translated by Daniela Anze and Benjamin Swift. You can read the original English version of this article here.

La primera vez que Elena Quispe tocó la nieve, caminaba con sandalias a través de una capa de polvo fresco cerca de su casa. Tenía ocho años. Elena y su madre habían salido a pie de su pequeño pueblo de Chucura para comprar víveres en La Paz, la capital de Bolivia, y cuando llevaban cuatro horas de camino, la nieve empezó a caer por el aire fino del altiplano. Al final del día, estaban completamente empapadas.


No era la primera vez que Elena veía la nieve, al contrario, mientras crecía entre las cumbres que rodean la capital más alta del mundo, la nieve y los glaciares eran el telón de fondo de la vida cotidiana en su ciudad natal, accesible sólo a pie. “Es una bonita experiencia lo que he vivido”, reflexiona, “lo que he vivido desde muy niña… siempre estar andando en los cerros”. Pero la nieve que Elena llegó a tocar de niña ya casi no cae, y últimamente los glaciares también se han estado desvaneciendo.

Elena en la abajo de Chacaltaya

Foto cortesía de Laura Barriga Dávalos

El pasado abril subí al Pico Austria con Elena, un pico de 5.328 metros en la Cordillera Real de Bolivia. Era mi segunda vez en esta montaña; la primera fue en 2016. Mientras miraba la Laguna Jori Qota debajo de mí, sentí la misma sensación de asombro y aprecio que sentí seis años antes. Sin embargo, mezclada con la adrenalina y el sorojchi – mal de altura – también había una persistente sensación de profunda pérdida. La última vez que contemplé estas vistas, el glaciar que desembocaba desde los Picos Eslovenia y Janchallani casi tocaba la laguna debajo mio. Ahora, todo lo que validaba mis recuerdos de aquella época eran las manchas oscuras de agua – como la suciedad que queda en una bañera, después de un baño – que marcaban las paredes de la ladera de la montaña. 

Los Andes son algunas de las montañas del mundo más amenazadas por el cambio climático. Si se le pregunta a la mayoría de los habitantes del hemisferio norte qué es lo primero que les viene a la mente cuando piensan en los Andes, responden ‘nieve’ y ‘glaciares’. Pero como gran parte de la cordillera se encuentra a una latitud cercana a la línea ecuatorial, muchos de sus glaciares son especialmente vulnerables. De hecho, según las Naciones Unidas, los Andes han perdido entre el 30% y el 50% de su capa de hielo sólo en los últimos 40 años. Según un estudio, ese glaciar que me señaló Elena podría desaparecer por completo en los próximos 30 años.

Para cualquiera que ame la nieve, los glaciares, el agua potable y un clima estable, estos hechos son aterradores. Para los habitantes de La Paz y El Alto, ciudades gemelas que dependen en gran medida del deshielo glaciar para su abastecimiento de agua, esto es fatal. Pero para Elena, una alpinista de alta montaña, los glaciares tienen otro propósito, uno más allá de la supervivencia: son esenciales para un alpinismo de alta montaña seguro. 

Los glaciares forman plataformas de nieve y hielo que, en muchos casos, son mucho más estables que las rocas sueltas que hay debajo. En muchas montañas, el suelo se desestabiliza a lo largo de siglos de ciclos de hielo-deshielo de la superficie. Mientras los glaciares se derriten, los picos nevados de todo el mundo se vuelven más difíciles y peligrosos de escalar. Con este telón de fondo de un cambio inevitable, la meta de Elena y su equipo parece aún más urgente, ya que saben que cada cumbre que escalen podría estar más cerca de ser la última.

Los Andes

Foto cortesía de @sgbirch, Wikimedia Commons

Creciendo en la sombra de algunos de los picos más prominentes de los Andes, Elena y muchos otros miembros de su comunidad trabajaban en el sector del senderismo dirigiendo expediciones para extranjeros, en su mayoría procedentes de Europa y Estados Unidos. Con sólo ocho años, Elena empezó a trabajar en la montaña como cocinera de alta montaña, porteadora y arriera. Mientras algunos hombres de su comunidad acompañaban a extranjeros a las cumbres como guías, Elena y el resto de las mujeres con las que trabajaba nunca llegaban más allá de los campamentos base. 

Conocía íntimamente las montañas y los valles, eran su casa, su barrio, pero ni una sola vez había seguido una cresta hasta su cima. Cuando los turistas a los que guiaba subían por las montañas, Elena miraba las cumbres con curiosidad. ¿Qué podría haber allí, se preguntaba, que trajera a estos extranjeros desde miles de kilómetros de distancia? “Habrá oro”, pensaba. “Yo quiero escalar y llegar a la cima”, soñaba, “oro voy a ir a traer”.

Años después, Elena y muchas de sus compañeras de trekking de la infancia vivían en El Alto, la ciudad más cercana a Chucura. El sueño de escalar ellas mismas un pico nevado seguía vivo, ardiendo. Así que en 2015, junto con su hermana Alicia Quispe y un grupo de mujeres de su pueblo, Elena empezó a planear cómo hacer realidad ese sueño.

Elena en la cima de Chacaltaya

Foto cortesía de Laura Barriga Dávalos

Elena y sus amigas sabían que no sería fácil. Elena y Alicia son cholitas: mujeres indígenas bolivianas que hablan aymara o quechua como primera lengua y visten ropas ‘tradicionales’ típicas de los indígenas bolivianos, como polleras amplias y vaporosas, sombreros tipo bombín y trenzas largas (entrecomillo la palabra ‘tradicionales’ porque gran parte de este atuendo es producto de la colonización española). 

La palabra cholita deriva de cholo, un término que se ha utilizado para describir a los indígenas bolivianos de forma despectiva; hasta hace poco, a las cholitas se las discriminaba de ciertos espacios públicos, incluidos muchos restaurantes, plazas y autobuses. Aunque, desde principios de la década del 2000, los indígenas bolivianos han liderado un movimiento masivo de reivindicación de su indigenismo, aún queda mucho camino por recorrer. El sexismo transversal también sigue vigente, especialmente para las cholitas.

Elena, Alicia y sus amigas y familiares tenían razón: no iba a ser fácil. Cuando empezaron a planear escalar el Huayna Potosí, de 6.088 m, muchos alpinistas varones se resistieron. Amparándose en su temor a que las Cholitas Escaladoras pusieran en peligro su trabajo, los escaladores varones inventaron una infinidad de reclamos para detenerlas. Sugirieron que escalar como mujeres de pollera sería peligroso. Incluso afirmaban que la presencia de una mujer a tanta altura en una montaña derretiría espontáneamente los glaciares o desencadenaría avalanchas, poniendo en peligro a los demás en la montaña. 

Sus protestas fueron recibidas con oídos sordos: Elena y Alicia siguieron trabajando para conseguir su objetivo. Tras meses de planificación, entrenamiento y tocar puertas para conseguir apoyos, habían logrado recaudar suficiente dinero para alquilar equipos. Pero se enfrentaron a un último contratiempo: las botas de escalada que encontraron eran demasiado grandes, pues estaban todas hechas para pies de hombre. 

Sin embargo, tras meses de persistencia, Elena y su equipo de familiares y amigas de la infancia – todas cholitas – estaban finalmente listas para emprender su camino hacia la cumbre del Huayna Potosí a finales del 2015. Además de ropa de trekking de alta tecnología para abrigarse, las cholitas llevaban sus resplandecientes polleras.

'Amparándose en su temor a que las Cholitas Escaladoras pusieran en peligro su trabajo, los escaladores varones inventaron una infinidad de reclamos para detenerlas. Sugirieron que escalar como mujeres de pollera sería peligroso. Incluso afirmaban que la presencia de una mujer a tanta altura en una montaña derretiría espontáneamente los glaciares o desencadenaría avalanchas, poniendo en peligro a los demás en la montaña.'

Benjamin Swift
Las Cholitas Escaladoras escalando

Foto cortesía de of Julia Quispe

En una gélida mañana de diciembre, el grupo se despertó mucho antes del amanecer para dirigirse a la cumbre. Mientras se ponían el equipo de alta montaña, no sabían lo que las horas por venir les depararía. Llevando gruesas capas de plumón, voluminosas botas de montaña y crampones junto con su pollera, Elena se sentía como un robot. “¿Cómo voy a caminar y hacia dónde?” recuerda que se preguntaba. Una vez que el grupo comenzó el ascenso, la emoción de su objetivo superó su miedo. Al llegar a la primera grieta, Elena saltó al otro lado. Mientras su pollera y las capas de enaguas que llevaba debajo ondeaban al viento, sus crampones se engancharon en la tela, rasgándosela.  

El grupo siguió ascendiendo durante horas y llegó a la cima cuando el sol naciente iluminaba las orillas del lago Titicaca en la distancia. Aunque había perfeccionado su técnica de salto de grietas a lo largo del día, cuando llegó a la cumbre, las polleras de Elena estaban hechas trizas.

Fue la primera documentación de mujeres indígenas escalando ese pico, o cualquier otro pico nevado de Bolivia. Cuando llegaron a la cima, no encontraron oro, pero disfrutaron del momento. Bailaron y flamearon sus polleras al viento, documentando la alegría con vídeos que probablemente hubieran inmortalizado en TikTok, como hacen ahora, si la plataforma hubiese existido en ese entonces. Contemplaron el vasto paisaje e inhalaron profundamente el aire enrarecido. “Veía el cóndor que estaba volando más abajo, y el avión también estaba pasando más abajo”, recuerda Elena con una sonrisa.

'Al llegar a la primera grieta, Elena saltó al otro lado. Mientras su pollera y las capas de enaguas que llevaba debajo ondeaban al viento, sus crampones se engancharon en la tela, rasgándosela.'

Benjamin Swift
Elena en la cima de Chacaltaya

Foto cortesía de Laura Barriga Dávalos

Después del Huayna Potosí, las Cholitas Escaladoras decidieron continuar escalando. En cada expedición posterior, las Cholitas Escaladoras celebraron en la cima bailando y dejando que el viento flameara sus polleras. “Hay que hacer flamear nuestras polleras”, dice Elena, porque “sí se puede, las mujeres – ¡las mujeres podemos!”.

Desde que escalaron por primera vez el Huayna Potosí, las Cholitas Escaladoras han subido a casi todos los picos nevados de Bolivia y han viajado a Argentina para escalar el Aconcagua, el pico más alto del hemisferio occidental. Ahora, sus miras están puestas en el Everest.

Aunque Elena reconoce los peligros, está comprometida con este sueño. Ella y su marido han decidido no tener hijos, para que Elena pueda centrar sus esfuerzos en el entrenamiento y porque reconocen los riesgos inherentes a escalar la montaña más alta del mundo. Esta decisión es especialmente significativa en una comunidad en la que se espera que las mujeres casadas de la edad de Elena (27 años) tengan hijos. Aunque admite que escalar el Everest será “un poco difícil”, está decidida a hacerlo, como un objetivo personal y a la vez, porque siendo una mujer indígena, esto significaría mucho para su comunidad. 

“Es la montaña más alta del mundo”, dice Elena; claro que quiere ver su cima. Sería un logro enorme. Pero se trata de algo más que su sueño personal. “Aquí en Bolivia”, añade, “sólo dos personas han escalado el Everest," y "ni una sola mujer indígena, aymara o de pollera." Las Cholitas Escaladoras también serían de las pocas mujeres que han escalado el Everest en sus 70 años de historia: de las más de 4.000 personas que han llegado a la cima, sólo un pequeño porcentaje son mujeres. Elena quiere flamear su pollera en la cima del mundo.

'Aquí en Bolivia, sólo dos personas han escalado el Everest ... ni una sola mujer indígena, aymara, o de pollera.'

Elena Quispe

Hasta entonces, las Cholitas Escaladoras siguen entrenando, recaudando fondos y dirigiendo expediciones para alcanzar su sueño del Everest. Pero a medida que avanzan hacia su objetivo, los cambios pesan mucho en sus mentes. 

Actualmente, Elena trabaja como guía de montaña, llevando a los turistas a las cumbres que ella antes soñaba con escalar. A menudo guía a turistas en el Huayna Potosí, y observa que han cambiado muchas cosas. Durante su primer ascenso en 2015, la cumbre estaba cubierta por una gruesa capa de nieve y hielo; ahora la cumbre y sus alrededores son “solo roca y hielo”. A medida que se derriten más nieve y hielo, Elena y otros guías tienen que cambiar sus rutas para evitar abrir grietas. Elena especula que muchos glaciares sólo durarán entre cinco y diez años más. “Hay que aprovechar habiendo nieve”, dice. Al igual que en las montañas natales de Elena, el hielo del Everest también se está derritiendo, haciendo más peligrosa, y a veces incluso imposible, la escalada.

A medida que el deshielo avanza y provoca cambios, la conversación sobre racismo y sexismo en una sociedad colonizada también cambia, aunque a un ritmo más glacial. Por ejemplo, los mismos hombres que antes tildaban sus sueños de locuras, ahora apoyan sus objetivos. Así, aunque hayan ganado apoyo en el ámbito social, la situación de las Cholitas Escaladoras y otras mujeres Aymara todavía es compleja: la lucha contra el racismo y el sexismo, está lejos de haberse resuelto. Sin embargo, las Cholitas Escaladoras están contribuyendo a cambiar creencias arraigadas. E independientemente de su éxito alpinístico, están orgullosas de ser mujeres indígenas que escalan los Achachilas, o cumbres que sus antepasados han considerado su hogar durante miles de años.

Elena no está segura de que esta transición social se haya producido lo suficientemente pronto como para permitirle flamear su pollera en la cima del mundo antes de que el hielo sea demasiado inestable. Pero confía en que, de un modo u otro, logrará sus objetivos. “Siempre he vivido en el campo a plan de papa y chuño y charque… y esa cumbre que siempre estoy soñando, un día yo se que voy a lograr”.

Puedes seguir a las Cholitas Escaladoras en Instagram en @cholitasescaladoras.

Si quieres apoyar el sueño de Elena y las Cholitas Escaladoras de escalar el Everest, puedes donar a su GoFundMe aquí. Ten en cuenta que la recaudación de fondos se encuentra actualmente a nombre del autor, porque GoFundMe no deposita en cuentas bancarias bolivianas. Están trabajando para encontrar una solución.